Platón, la democracia y el ciclo de las constituciones

La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco

Platón

La obra más conocida de Platón es sin duda la República, su antología política en forma de diálogo socrático en la cual nos trata de justificar de manera lógico deductiva cual es el mejor sistema de gobierno para un grupo humano en convivencia civilizada.

El resultado de dichos diálogos es que el mejor sistema, y por tanto el más justo, es de una especie de aristocracia en la que los mandatarios y los guerreros que los protegen tienen que someterse a un régimen de propiedad pública, y el resto de ciudadanos podrán disponer de propiedad privada en sus quehaceres y sus negocios.

Más interesante que el asunto de la sociedad perfecta, me parece la manera en la que Platón reconoce una especie de sucesión de las diferentes modalidades políticas en el Estado, las cuales se van sucediendo una a otra de manera lógica; hecho consecuencia de la visión cíclica de la época, donde se era plenamente consciente de que los asuntos humanos se “repiten” una y otra vez.

Una de las cuestiones que me vienen a la cabeza sobre esta obre de Platón es su carácter aparentemente materialista y que no parece tener muy en cuenta los aspectos sagrados o “religiosos”.

Esto creo que es indicativo del evidente deterioro espiritual del que gozaba la civilización occidental, ya por aquella temprana época; muy posiblemente bien adentrada en el kaly yuga.

Democracia en Platón

Además tenemos el hecho de que la Grecia en la que estaba Platón era una Grecia entrada en su era democrática, urbana y materialista.

Es por ello que Platón diseñó su sociedad perfecta basada en la aristocracia primigenia, pero con fuertes influencias del momento en el que le tocó vivir.

Digamos que de algún modo Platón estaba ya “democratizado” o no podía escapar a la trampa del socialismo.

No obstante, las condiciones materiales de la época no permitían todavía un descenso completo a los infiernos del colectivismo, tal y como se está llegando en la actualidad, y por eso Platón nunca se atrevió a ir tan lejos es sus propuestas de socialización.

Su propuesta fue en consonancia con las condiciones materiales de la época, al igual que las propuestas actuales mayoritarias son consecuentes con las condiciones materiales de la nuestra: a más materialismo, más socialismo.

Las condiciones materiales de la antigua Grecia siguieron el eterno ciclo en el cual van mejorando de manera continua a lo largo del tiempo.

Platón y tiempo cíclico

Una vez las condiciones materiales y sociales son aptas, y la sociedad se ha vuelto “rica”, como en el caso de la Grecia antigua, y sobre todo Atenas, entonces la “llama” de la Tradición se apaga poco a poco y se debilita el vínculo espiritual y aristocrático antiguo dando paso a un ascenso de las influencias de los ideales igualitarios, y de esa manera se da paso a la democracia griega, y luego de esta a la demagogia.

Platón supo ver esto de manera clarísima; es decir, que la democracia, por su carácter intrínseco debe degenerar en tiranía, y que ello es inevitable.

Sabía y afirmaba al mismo tiempo que la democracia era el sistema más “bonito”, pero era consciente de que dicha “belleza” no era sino el estadio final de una flor madura a punto de pudrirse.

Lo mismo ocurre con la democracia actual; y es que la misma solo pudo darse cuando las condiciones económicas y sociales lo han permitido, es decir, cuando hay mucho “capital” por consumir, y por mucho tiempo.

Lo malo de todas las democracias y sistemas igualitarios es que el “capital” eventualmente es consumido, y entonces llega la tiranía, el caos y el colapso desintegrador, luego del cual otras formas de organización social surgen, y no son precisamente igualitarias. Pero no es que surjan no igualitarias por capricho, sino por necesidad.

¿Por qué la propiedad pública es buena para los dirigentes y no para los súbditos?

O mejor dicho

¿Por qué la propiedad privada es buena para los súbditos y no para los dirigentes?

Aquí, y en mi opinión, hay un error fundamental en el análisis de Platón. Desde un punto de vista idealista, lo que dice tiene una lógica y parece perfectamente noble y sensato.

Gobernantes filósofos

Es lógico que las almas más “nobles” de la sociedad sean los dirigentes más justos (1) y los mejores; y que normalmente ese tipo de hombres suelen ser los más inclinados al ejercicio de la “filosofía” y la ciencia.

Además ese grupo de hombres gobernantes y filósofos son por naturaleza los menos proclives a abandonarse a las cuestiones materiales y por tanto a la vida mundana.

Su ser está diseñado para la búsqueda de la verdad, y por tanto las posesiones materiales no deberían ser cuestión de su preocupación. Y esto, de manera “idealista” y utópica, podría ser así, como no.

El grupo de los hombres dotados por la naturaleza para el gobierno, y con un carácter “filosófico” y racional serán los que gobiernen y no estarán preocupados por la posesión de propiedad privada, ni mucho menos por la del oro y la plata (2).

Pero el problema que presenta el análisis de Platón es que el hecho de que los guardianes (los filósofos gobernantes tal y como los denominaba) deben tener prohibido por ley el uso de propiedad privada; pero entonces

¿Cómo es posible que las almas más justas, nobles, defensoras de la verdad y la justicia tengan que tener prohibido el uso de la propiedad privada?

Precisamente si son las más nobles y justas, esas almas no deberían verse afectadas por las posesiones materiales y no habría necesidad de tal ley.

Platón y propiedad privada

Es como hacer una ley para que los agricultores solo se ocupen de lo que mejor saben hacer, la agricultura; y que no puedan acumular propiedad privada porque eso les haría desviarse de su función primordial en la sociedad.

Lo que Platón reconoce como bueno para los súbditos, la propiedad privada, debería ser pues considerado como bueno para los dirigentes. Eso sería el reconocimiento de una verdad absoluta.

Asimilar propiedad pública como buena para unos (los “peores”) y como mala para otros (los “mejores”) en este caso lo veo como una degeneración de lo que sería una aristocracia primigenia.

En el Estado originario, no había necesidad de ley alguna para establecer la obligatoriedad de la propiedad pública para los dirigentes, pues los mismos dirigentes no serían seres realmente preocupados por las posesiones materiales.

El poder primigenio radica en el reino de la metafísica; en los dominios de la Iniciación espiritual y de la conexión del mundo humano con el suprahumano.

No es que hiciera falta una ley para prohibir a la aristocracia primigenia el acumular riquezas innecesarias; es que por su naturaleza, esa aristocracia no se preocupaba de esas cuestiones.

Las cosas mundanas eran dejadas para el resto de los súbditos. La cabeza ejercía su función y los brazos y las piernas las suyas, en lo que constituía una sociedad orgánica en su plenitud.

Cuando Platón reconoce que hay que disponer de ese tipo de ley para que los “nobles” no caigan en la tentación de los placeres de la materia, se asume inconscientemente que dicha nobleza ya ha dejado de serlo ;y de que se está un peldaño significativamente por debajo de la sociedad orgánica perfecta.

Las constituciones políticas de Platón

Según Platón hay cinco tipos de regímenes políticos que además se van sucediendo uno a otro de manera lógica en lo que podemos denominar como un ciclo de las constituciones, lo cual era un concepto profundamente arraigado en los griegos antiguos.

Esta sucesión de constituciones políticas no fue un invento caprichoso de Platón sino que venía de la concepción cíclica fuertemente arraigada de los antiguos.

Es decir, la descripción de Platón sobre el paso de un régimen a otro era algo que ya se había “vivido” una y otra vez, y el filósofo griego no hizo sino dar su visión al respecto.

Cuando se lee la República se puede captar entre líneas que la democracia no era algo nuevo, y que esta ya había tenido lugar en eras anteriores, así como todas las constituciones que la seguían y la precedían, como la oligarquía o la tiranía (totalitarismo).

Es curioso que la sociedad moderna parezca no recordar esto.

Ningún intelectual, ni siquiera la mayoría de los economistas llamados liberales, han sido capaces de ver el mensaje explícito de Platón y los filósofos antiguos, que a pesar de su “desconocimiento” de la economía, entendían mucho mejor el funcionamiento del mundo que la mayoría de científicos de la actualidad con toda su parafernalia tecnológica y lógico deductiva.

De ahí la inocente creencia de la mayoría de los liberales, que creen que la democracia es el estado más alto de la civilización humana, y es el único sistema donde el hombre puede desarrollar el derecho a la propiedad privada; y además tras la cual no cabe ningún otro sistema político mejor, ni más justo. Y la realidad es que esa visión es de una estrechez de miras que no pasa desapercibida.

Pues lo cierto es que defender la democracia es defender el sistema más destructor de la propiedad privada que hay.

En el totalitarismo la propiedad privada ha sido destruida ya, por lo que es la democracia el sistema que en términos dinámicos resulta peor para la defensa de los principios económicos basados en la propiedad privada de los medios de producción. Los mismos solo se pueden deteriorar con la marcha del tiempo, y esto es plenamente entendido por Platón, que a pesar de no describir la destrucción de la democracia en términos de deterioro de los derechos sobre la propiedad, sí que lo hace de una manera lógica a la “antigua”; sabiendo que la democracia y el libertinaje inherentes terminan acabando en tiranía. Y aunque bien es cierto, que según Platón, la democracia es el sistema más “bonito” mientras dura, no por ello ha de ser el mejor.

De hecho, la democracia es bonita, pero las fuerzas que crea la destruyen, de manera ineluctable, como una ley cósmica que se cumple siempre.

Las constituciones políticas de Platón nacen con la Aristocracia perfecta, que es la descrita por él como el sistema más perfecto, y a la que le siguen la Timocracia, la Oligarquía, la Democracia y finalmente la Tiranía.

Ciclos políticos con Platón

Estos regímenes van degenerando uno tras otro hasta alcanzarse el último y peor de todos: la Tiranía.

Platón y la Aristocracia

Este es el mejor sistema descrito por Platón en la República. En este y como el nombre bien lo indica la dirección es ejercida por una aristocracia, que en este caso es compuesta por una serie de reyes “filósofos”, los cuales serían los hombres más justos y sabios.

En este sistema los hombres ocupan el puesto que por orden natural les corresponde. Es decir, que atendiendo a la división del trabajo, cada hombre realizará la tarea que mejor se le da de manera natural.

Asume que hay unos hombres que por naturaleza son más aptos para gobernar, otros para la artesanía y otros para la agricultura o la guerra.

Este estado estaría dividido en tres clases o castas: la de los gobernantes o guardianes; los auxiliares o guerreros, cuyo objetivo es el de guardar y velar por la seguridad del Estado; y la mayoría de la gente.

Como ya nombre, solo la última clase, la mayoría de la población, puede tener y gestionar propiedad privada, mientras que las clases superiores tendrían que compartir sus cosas en común; incluso las mujeres.

Los guardianes habrán sido modelados por una educación rigurosa y en busca de aquellos que mejor representan los ideales defendidos por justos y nobles.

Es mediante una serie de pruebas a lo largo de su educación infantil y juvenil, que los reyes filósofos son escogidos entre numerosos candidatos. Estos guardianes acabarán siendo los mejores hombres del Estado y estarán dedicados a ejercer el bien en el estado.

Platón y timocracia

La Aristocracia degenera en Timocracia cuando elementos de una naturaleza inferior entran a formar parte de los guardianes y los auxiliares (guerreros), sin que esto signifique que dicha naturaleza sea mala; solo que se pasa de un sistema mejor a uno no tan bueno.

Los nuevos líderes no estarán tan preocupados con la “filosofía” y estarán más inclinados al ejercicio de la guerra y la búsqueda del poder por medios militares.

En la Aristocracia los guardianes son indiferentes con respecto al estatus. Su único objetivo es la búsqueda y preservación de la verdad; sin embargo en la timocracia, y por influencias provenientes de otros miembros de la sociedad durante la educación de los guardianes, estos se vuelven más agresivos y buscadores del poder. Al mismo tiempo, y sin que sea una obsesión, empieza la preocupación por el dinero.

De esta manera la Timocracia transita de un estado más “espiritual” a uno más “material”.

Oligarquía en Platón

La Oligarquía surge como una degeneración de la timocracia.

A la misma se llega tras profundizarse las tendencias que ya se podían ver en la anterior.

Los guardianes-filósofos dan paso definitivamente al dominio del dinero.

En este caso los dirigentes pueden plenamente disponer de propiedad privada y la preocupación por el dinero pasa a ser el centro sobre el que gira toda la política. Los nuevos guardianes oligarcas alteran la ley para conservar y engrandecer su poder, y por tanto su dinero, en la medida de lo posible.

La Oligarquía tiene, según Platón, muchos problemas, que harán que su caída sea inevitable, llevando a la Democracia.

Por un lado la distribución de poder es basada en el dinero, pudiendo haber dirigentes corruptos e incompetentes, y pobres sabios y nobles. Además la oligarquía tiene una tendencia a crear más diferencias y a expulsar de la vida económica y social a cada vez más individuos, que despilfarrarán el dinero sin mucha mesura.

Al final el número de pobres y la diferencia con los ricos será tan grande que un espíritu revolucionario surgirá y se empezará a amenazar la estabilidad del estado.

Además, los oligarcas no tendrán gran éxito en las campañas militares, pues los ricos se abstendrán de armas a la mayoría (los pobres) para que estos no puedan luego emprender una revolución contra los anteriores.

El tipo de hombre de este sistema es el hombre timocrático, el cual Platón lo simboliza con el hijo que fijándose en su padre, se ve influido por la búsqueda de fama y honor de los mismos (objetos de la timocracia).

Luego esos hijos ven como sus padres gastan los bienes públicos en campañas militares y pierden finalmente sus propiedades. De esta manera se cambia la ambición por el honor por la obsesión por el dinero. Los oligarcas viven, pues para y por el dinero.

Según Platón, los oligarcas valoran todavía una virtud, la de templanza y moderación. Y esto es por lo que los oligarcas intentan evitar el gasto excesivo y se centran en acumular dinero (capital), al contrario que las masas, cuya tendencia es a la de consumirlo.

De esta manera, esos oligarcas, a pesar de haber caído bajo y abandonado las otras virtudes, aún se mantienen un plano por encima del mundo del demos y las características anárquicas del mismo.

La Democracia platónica

La Oligarquía degenera finalmente en Democracia donde la libertad (o libertinaje más bien) son supremos. Y aquí Platón reconoce que “libertad” es también esclavitud, y supo ver desde muy antiguo las razones profundas por las que la democracia siempre acabará en dicha esclavitud: la esclavitud del estado de la propiedad común.

El hombre de este sistema es el democrático.

Este hombre democrático es el hijo de un oligarca, que al contrario que su padre tiene innumerables e innecesarios deseos (3), a los que da rienda suelta en una orgía de “consumismo”.

Los deseos necesarios son aquellos que nacen de nuestros instintos o aquellos que son necesarios para sobrevivir. Los mismos dejan de tener tanto sentido en un mundo donde se ha alcanzado un nivel confortable superior.

Esa es la esencia del consumismo y de la formación de los “derechos sociales”.

Platón y tiranía

Como último paso la Democracia degenera en tiranía donde la sociedad se ve inmersa en el más absoluto caos y la disciplina brilla por su ausencia.

El pueblo busca alguna solución, pero en vez de renunciar a sus “derechos” y “libertades” da el poder absoluto a un tirano, al cual no podrán echar luego fácilmente.

Este sistema, aunque no se mencione, es un sistema de propiedad común, en el cual el tirano elegido será el gestor de dicha propiedad y por tanto de todos los resortes de poder del estado, incluida la defensa.

El estado se convierte pues en policial y brutal.

El problema con la Tiranía es que el tirano, tendrá que ser necesariamente, un hombre totalmente consumido por deseos anárquicos y no tendrá ningún reparo en cometer las más injustas acciones.

La moderación ha desaparecido del estado, y el resultado es el descenso a los infiernos de los placeres mundanos, y el consumo total del capital.

De esta manera el tirano, y el pueblo llegan a ser realmente miserables y pobres.

Como es lógico, el resultado de la pobreza y miseria extremas es la desintegración del estado y el fin de la Tiranía.

El camino de la Tiranía explicado es por donde está a punto de transitar el mundo “civilizado” actual.

Lo curioso es que las masas, al igual que en el modelo de Platón, en la Grecia Clásica, y en las eras anteriores a esta, piensa que el camino que va a escoger es la salvación y la vuelta a la senda de la riqueza, pero llegará un día en el que incluso los más fanáticos defensores de los ideales “democráticos”, que ya en la tiranía (totalitarismos del pasado y futuro) habrán dejado formalmente de existir, se darán cuenta de que un sistema de propiedad común de la propiedad no es el más justo. Y esto ya se puede leer entre líneas en las escrituras de Platón.

Sistema ideal de Platón

Existe una opinión bastante generalizada de que Platón es uno de los primeros, ideólogos del totalitarismo, pero creo que dicha opinión no hace justicia con la realidad, pues Platón defendió de manera clara que el mejor sistema para un estado, o sea para un grupo de humanos en convivencia civilizada, era un sistema donde la mayoría de la población disponía y hacía uso de propiedad privada.

Es decir, que leyendo entre líneas podemos asumir que la propiedad privada era, para la mayoría, buena. Solo en el caso de una minúscula minoría, la propiedad privada sería prohibida.

Pero aquí entra en juego la perniciosa mentalidad del mundo materialista y secularizado moderno, donde se buscan constantemente justificaciones para la deriva de la sociedad hacia el estado mundial totalitario y tiránico (en el sentido platónico) por excelencia: el nuevo orden mundial igualitario y “democrático”.

Lo cierto es que la lógica de Platón nos da a entender que en realidad los hombres más sabios tenían otro tipo de intereses e inquietudes y que la búsqueda por la sabiduría y la práctica del bien eran resultado de su ser inherente.

Por lo tanto, esos hombres carecerían de razones para el uso de la propiedad privada en el sentido de las masas. Digamos que esos hombres estarían por encima de los intereses materiales, y de la envidia, el celo, y el ansia por acumular riqueza. Sus intereses iban por otros lados.

Esto tampoco quiere decir que esos guardianes no vivieran sin saber lo que era la propiedad privada, pues en cierto modo ellos eran los gestores de la justicia y la seguridad en el estado, las cuales eran su propiedad.

Es decir, estos hombres no tendrían propiedad privada, pero los asuntos principales del estado eran administrados por ellos formando una especie de asociación, que para nada era democrática, y en todo caso, sería una democracia de la élite; es decir, entre ellos mismos y para nada nunca del resto del pueblo, que como bien dio a entender Platón deberían ocuparse de aquellas tareas para las que habían sido dotados por naturaleza.

A cada uno según su naturaleza sería el dicho.

La propiedad que ellos gestionaban no era de carácter material; no era el carro, o la huerta lo que era de su propiedad.

Su propiedad abarcaba el ámbito espiritual y de los servicios esenciales de defensa, justicia y orden, los cuales también son servicios que pueden ser provistos de manera “privada”.

De la misma manera, también nos explica que en las fases finales de la democracia y la tiranía, la propiedad es expropiada y ello nos da a entender que la misma pasa de unas manos, las de los ciudadanos, a las del estado que gestiona el tirano, es decir, al estado público.

Si el estado público es el que se da en la tiranía y la misma es el último y peor de los sistemas políticos, podríamos afirmar que en realidad Platón sabía perfectamente que el peor sistema económico posible para la mayoría era la propiedad común. Y para eso no tuvo que leer ningún manual de economía, sino guiarse por la experiencia, la historia, la intuición y la lógica.

 

(1)   La justicia de Platón sería el reconocimiento pleno de la verdad sociológica y económica del principio fundamental de división del trabajo como mejor garante del buen funcionamiento de una sociedad. Y en esto no hay si se lee entre líneas, mucha diferencia entre los postulados de Platón y el ideal de una sociedad verdaderamente libre, es decir una sociedad de propiedad privada, en la cual cada persona desempeñaría en el “mercado” la función que mejor le ha sido asignada por la naturaleza. Y que de dicha asignación sucede el mejor, más eficiente, y más justo sistema de producción. La injusticia vendría a ser que un ser dotado por naturaleza para ser artesano se convirtiera en gobernante.

(2)  Nótese que ya en esa época de la historia conocida tan antigua el reconocimiento del oro y plata como símbolos de riqueza era pleno. En realidad no hace falta estudiar profundos y oscuros manuales de economía para darse cuenta que el oro y la plata como monedas son tan viejos como la civilización humana.

(3)  Esa es la consecuencia de que las bases económicas sobre las que se asienten las democracias inicialmente son muy sólidas. Es justamente la acumulación de capitales y la austeridad de la época oligárquica, los que dan paso a disponer de una sociedad con exceso de confort material. A este confort le sigue la adopción de la democracia. Cuando ese capital ha sido consumido por la democracia se llega a la tiranía.