¿Paraíso o infierno fiscal?

Uno de los temas más espinosos y que más pasiones despiertan en la actualidad es el de los mal llamados paraísos fiscales; siendo en mi opinión, países fiscalmente menos agresivos que aquellos de los que los ciudadanos huyen, siendo “paraísos” solo en términos comparativos con aquellos países del primer mundo que a mi entender, se han convertido en verdaderos infiernos fiscales; lo cual es la antesala al totalitarismo puro y duro.

En pocos temas se encuentra una opinión mayoritaria tan grande como en este. Independientemente de si se es votante de un espectro o de otro, la mayoría de la gente encuentra que los paraísos fiscales son uno de los fenómenos más inmorales que existe.

El opinar de manera favorable con respecto a los mismos te convierte en un alien, en un personaje siniestro y pérfido.

Es de esos temas en los que la razón no puede prevaler, pues con respecto al mismo se argumenta desde las más bajas pasiones.

Pero ¿qué son los paraísos fiscales?

Este es un concepto que puede tener innumerables significados dependiendo del punto de vista con el que se tome. Lo que la gente entiende más comúnmente por paraíso fiscal es un territorio donde la gente lleva su dinero para no tener que tributar por el mismo en el país de origen.

Lo cierto es que la cosa no es tan sencilla, y aquí entran en juego varias variables.

Un paraíso fiscal vendría a ser un país con una tributación y una regulación escasa con respecto a los países del primer mundo en la actualidad.

Estos países adoptan un sistema tributario y regulatorio similar al que tenían las naciones europeas y los EEUU en el Siglo XIX y principios del XX; época en la que la presión tributaria apenas si pasaba del 10% en algunos países, siendo menor en buena parte de ellos.

También era aquella una época en la que las masas tampoco podían votar de manera indiscriminada, siendo el sufragio más o menos restringido en base a criterios de edad, género o capital.

Desde este punto de vista, Europa era un paraíso fiscal en 1900 y si viajásemos en el tiempo a esa época y se hiciera la pregunta de: ¿qué pensaría usted de una Francia que tuviera una presión fiscal del 55% (como en la actualidad)? La mayoría responderían que eso no sería posible, y que sería totalmente abusivo: un auténtico infierno fiscal.

El hecho es que la mayoría de los denominados y odiados paraísos fiscales de la actualidad son, y no por casualidad, pequeños países y territorios autónomos como Panamá, Jersey, Luxemburgo, Mónaco, Malta, Chipre, Gibraltar. Granada y un largo etcétera.

Estos países y sus sistemas tributarios son el destino de las iras de la mayoría de las masas, que consideran que su mera existencia es culpable, en buena parte, de la situación de crisis financiera sin fin en la que están sus países. Nada más lejos de la realidad.

Paraíso fiscal derecho de soberanía

El que esos territorios dispongan de sistemas tributarios menos onerosos tiene sus razones, y la más importante de todas es: el derecho a la soberanía y a la independencia.

El esquema que se imaginan las masas es que los ciudadanos ricos de sus países envían su dinero a esos otros países, y que de esa manera, injustamente, evaden los impuestos que ellos tienen que pagar religiosamente.

Es decir, que si yo gano un millón de euros –que me han pagado las masas mismas masas que me critican, por ejemplo si soy un deportista famoso- resulta que soy malo si me mudo a uno de estos países por querer tributar menos. Pero aquí entra en juego un problema de bastante calado.

En cualquier debate que surja sobre el tema, la posición mayoritaria será la del ataque contra los malvados intereses de los defraudadores y aquellos que se van del país.

Es decir, en el mundo actual, los malos son aquellos que intenta preservar su libertad de acción y proteger lo que es suyo contra los ataques de otros.

Las masas se ven legitimadas por el mero hecho de ser mayoría; y como mayoría son las que hacen avanzar el sistema hacia un país totalitario, donde finalmente sea imposible escapar.

Entonces habrá triunfado la moralidad subyacente que ha hecho posible este avance: la de la envidia y el ansia de poder; poder sobre los demás.

Uno de los argumentos fundamentales de las masas es el de ir a por los paraísos fiscales, acorralarlos y si fuera necesario bloquearlos y castigarlos de cualquier manera.

Las masas, motor inconsciente del Nuevo Orden Mundial

Sin saberlo, esas masas son las mayores impulsoras hacia el Nuevo Orden Mundial totalitario e igualitario, pues empujadas por sus sentimientos de envidia y materialistas (al no hacer otra cosa que pensar en el dinero de los demás) son las que harán que finalmente no haya ningún territorio en el mundo que pueda permitirse ser diferente.

No obstante hay algunos casos en los que desde un punto de vista legal, las masas tienen razón, y esos casos son los que menos pues la mayoría de los casos en los que se usan los paraísos fiscales son legales. Esos casos son aquellos en los que los paraísos fiscales son usados por políticos corruptos de los países de origen que mediante estratagemas legales altamente sospechosas envían el dinero fruto de sus corrupciones a esos territorios para luego volver a traerlos de vuelta mediante un entramado de lavado de dinero de lo más rocambolesco.

He ahí donde se encuentra la verdadera actividad criminal e inmoral del caso. Pero inmoral, no porque esos países permitan que ciertos individuos depositen su dinero en los mismos, sino por el hecho de que esos individuos son unos corruptos que han ganado ese dinero de manera ilícita mediante actos de corrupción y soborno.

Aquí el hecho punible no es que un país soberano decida no tener impuesto sobre el patrimonio o un impuesto plano del 5% para cualquier actividad; o que decida que debe proteger en la medida de lo posible el derecho a la privacidad de los ciudadanos que pacíficamente decidan confiar en el mismo.

El hecho verdaderamente reprochable es que los políticos elegidos por las mismas masas en sus países de origen no dudan en corromper el sistema y enriquecerse por el camino.

Esto es algo que evidentemente no deben resolver los “paraísos”, sino los países de origen.

Son ellos los que deben buscar la manera de acabar con esa lacra.

Pero hay un pequeño problema con esto, y es que la democracia y la corrupción masiva son dos elementos que vienen indisolubles, al igual que los excrementos y el mal olor.

Así, que en última instancia las masas son responsables de los líderes que llevan eligiendo decenas de años y por tanto de la situación en la que se encuentran. A lo más, lo que debería intentar un país serio con respecto a estos paraísos es intentar obtener cooperación en la búsqueda de defraudadores si hay sospechas de que algún individuo particular ha realizado transacciones ilícitas. Pero de ahí a echar la culpa de la situación a los paraísos fiscales, pensando que si estos se suprimen el dinero volvería a llover, dista mucho, y no es otra cosa que el resultado de un delirio.

Pero el problema no radica solo hay.

Según las masas, y cuando el debate va al fondo, o sea a las pasiones más elementales, los paraísos fiscales son un verdadero cáncer, y como tal hay que extirparlo (cuando el verdadero cáncer son sus propios países).

Da igual si se trata de un ciudadano honesto que ha ganado su dinero de una manera no corrupta, por decirlo así, y decide irse a vivir a uno de estos países.

El hecho es que si pasa seis meses y un día en cualquiera de ellos tiene todo el derecho a tributar según su sistema, y legalmente está eximido de hacerlo en el de origen.

¿Qué hay de malo en esto?

¿No admiten las masas con ello que están en contra de la libertad y a favor del despotismo?

No solo quieren penalizar a ese ciudadano sino que además demonizan a esos supuestos territorios fiscales, que no son otra cosa que países soberanos.

Su solución sería, abolir la soberanía del país y traer por la fuerza el dinero de dicho ciudadano, y por ende supongo que también al mismo.

Siendo esa la solución que aceptaría la mayoría no es difícil entender porqué Occidente está a punto de entrar en una época de caos y totalitarismo.

Causas de los Paraísos fiscales

La razón por la que estos pequeños países tengan una presión fiscal menos agresiva es sencilla, y no es otra que por el hecho de ser pequeños países sin materias primas o grandes industrias, no pueden permitirse estados del bienestar como los que tienen los países europeos.

Como bien explica Hans Hoppe, son esos países pequeños los que por fuerza han de adoptar un sistema más favorable a la propiedad privada.

Está claro, que Alemania y Holanda, por ejemplo, con sus grandes poblaciones, territorios e industrias podrán permitirse tener un gran estado del bienestar, al menos de manera temporal (antes de que el mismo acabe por destruirlos). Sin embargo, Mónaco, Singapur, Malta, etcétera, no lo tienen tan fácil. No tienen materias primas, no tienen un territorio grande y no tienen las mismas posibilidades de economías de escala.

Pueden intentar adoptar una economía al estilo soviético, pero encontrarían grandes dificultades para alimentar a su población, no digamos ya para tener un nivel de vida elevado.

Como dije antes, el hecho de que estos países adopten esas soluciones es bastante lógico.

Por fuerza de naturaleza es el mejor sistema que pueden escoger para competir con el resto del mundo y no “morirse” de hambre.

Esto no quiere decir, que en un futuro alguno de estos territorios no decida adoptar un sistema totalitario autárquico. Pero si así lo hiciera, sería en ese tipo de países donde se podrían ver más rápido las consecuencias de la adopción de los sistemas económicos socialistas.

Digamos que la realidad corregiría bastante pronto la anomalía.

Los países más grandes tardarán más en notar los efectos devastadores de dichos sistemas, y mucho más si tienen grandes cantidades de recursos naturales, como Venezuela.

Paraísos fiscales, ¿buenos o malos?

En definitiva, no es que los paraísos fiscales sean malos; tampoco se trate de que sean buenos.

El hecho es que tenemos un mundo con un par de cientos de países en el cual hay unos que deciden tener una presión fiscal, y otros deciden tener otra, y mientas estos países sean soberanos e independientes estos debería ser así, criticar esto no es otra cosa que ser imperialista sin saberlo.

En general, cuanto más grande y poblado sea el país, mayor probabilidad es que tenga un sistema fiscal y regulatorio bastante fuerte.

Es por eso, que el objetivo de avanzar hacia un Nuevo Orden Mundial tendrá que ser necesariamente a través de una unificación monetaria y fiscal; y eso es precisamente por lo que luchan las masas; incluso aquellas que se consideran anti sistema.

Es decir, son las masas las que creyendo que luchan contra el “sistema”, las que harán que el mismo llegue a su meta final: el NOM.

Está claro que si se produce tal unificación fiscal y monetaria a nivel mundial (o casi), entonces, desde el punto de vista de las masas, ya no habrían “paraísos” fiscales, ni estados independientes a los que echar la culpa.

El problema es que en ese caso las masas comprobarán que sus problemas, lejos de haber disminuido, no habrán hecho más que crecer de manera exponencial.