Alain De Benoist, democracia representativa y democracia participativa

Alain de Benoist, la Nueva Derecha y la democracia

No solo los liberales, supuestos defensores de los valores de la derecha, defienden el ideal democrático, sino también amplios sectores de lo que los progresistas llamarían fascistas.

Uno de los casos más obvios es el del movimiento denominado Nueva Derecha representado entre otros por Alain de Benoist.

Yo, sin embargo, cuando leo algunos de sus escritos encuentro que sus ideas están más cerca del marxismo que otra cosa. Es decir, creo que parte de la ideología de la Nueva Derecha es a la derecha lo que Julius Evola a la izquierda: o sea como la noche y el día.

No se puede defender los valores tradicionales e ideales democráticos al mismo tiempo.

O se defiende la Tradición o se defiende la anti Tradición, o sea al marxismo radical.

Todos aquellos que defienden los valores democráticos están en las antípodas de lo que es una verdadera derecha, o visto desde otro punto de vista, del centro. Y no el centro desde el punto de vista simple de aquellos partidos políticos que defienden posturas ni muy de derechas ni muy de izquierdas, sino desde un punto de vista simbólico, donde el centro vendría a ser el mundo de la Tradición, y el principio de jerarquía en el cual no hay la más mínima noción de igualitarismo desde un plano político, y por tanto desaparece la noción de la política.

Es decir, un mundo antitético de la idea democrática, en donde la Tradición es la salvaguarda del principio sagrado de propiedad privada, en contraprestación con la preponderancia cada vez mayor de la propiedad pública del mundo moderno (aunque actualmente parezca lo contrario).

Propiedad privada no solo en el ámbito de lo material, siendo este el menos importante, sino en el ámbito espiritual, de defensa y de justicia.

Alain de Benoist propiedad privada

Alain de Benoist ha llegado a un punto en que considera a la democracia participativa como el modelo ideal de sociedad.

En uno de sus artículos intenta explicar el por qué ese tipo de democracia es el mejor tipo de la anterior posible, y por qué la democracia representativa presenta demasiados fallos como para poder ser considerada como la democracia ideal. Sobre el mismo artículo, llamado “Democracia representativa y democracia participativa” voy a comentar algunas cosas.

En primer lugar, tengo que decir, que Benoist está en lo cierto cuando habla de que el verdadero camino democrático es el de la democracia participativa, pero desde otro punto de vistareo que está describiendo cual es el camino que va a escoger la sociedad próximamente. Pero creo que yerra al pensar que ese es el modelo ideal de una sociedad tradicional y “local”.

Más al contrario, creo que dicho modelo de democracia participativa es la última estocada que necesita el mundo para construir el estado totalitario marxista total que, sin duda, va a ser intentado eventualmente. Esto es así porque no hay la más mínima noción en las masas modernas de lo que es, o representa la Tradición, y por tanto un sistema tradicional basado en relaciones contractuales de propiedad privada(1) está fuera de lugar, al menos de momento.

Ni uno entre mil personas considera que la propiedad pública es el verdadero problema que padece la sociedad humana. Todo lo contrario, de Europa a América, pasando por China y la India y terminando en África, todo el mundo coincide que el sistema social más justo y deseado es la democracia igualitaria de un hombre igual a un voto.

Todo el mundo considera que un mínimo de propiedad pública debe existir.

No cabe debatir si quiera la posibilidad de remover alguna de las principales funciones del Estado Público actual.

La Seguridad Social está tan metida en la cabeza de los europeos que ningún político en su sano juicio plantearía su desmantelamiento. Un político democrático obviamente.

El único que desmantelaría un sistema tan destructor del capital sería alguien que fuera dueño de ese capital. Esas condiciones ni se dan, ni se van a dar por una larga temporada.

Por tanto, tanto Benoist como la mayoría de los defensores del igualitarismo político actuales, es decir casi todos los teóricos tanto de la derecha y de la izquierda, están en lo cierto en que el futuro verá una profundización de la democracia participativa. Pero al menos aquellos que reconocen defender la postura de la izquierda son más consecuentes con ello.

Lo que tendrán es lo que quieren: un sistema de corte marxista, que puede ser en algunos caso de orden nacionalista o en otros casos de orden internacionalista, dependiendo de las fuerzas políticas motrices en cada país en el momento de la transición.

El hecho fundamental es que la mayor parte de las masas considera que la culpa de la crisis es que no hay una democracia adecuada y por lo tanto, más democracia es necesaria, y una profundización en la misma debe ser el camino a tomar.

Vista la demanda tan fuerte que hay, los intelectuales se ponen manos a la obra e intentan llenar los deseos de esa demanda con oferta de todo tipo. Y así tenemos a movimientos de la izquierda defendiendo cosas como “Democracia Real”, y otros de derecha como por ejemplo la Nueva Derecha, con la “Democracia Participativa”.

Ponerse en el lado opuesto de lo que demanda el pueblo no es lo más popular sin duda.

Democracia representativa y democracia participativa

En cuanto al artículo de Benoist en sí, encuentro varios puntos que no entiendo muy bien. No sé bien, cual es la idea por la cual se debe gestionar un país.

Hay mucha mención a la democracia participativa y los vicios de la representativa pero no nos da mención clara sobre si el modelo ha de ser un modelo de propiedad pública de los medios de producción, de propiedad privada o cómo.

En el artículo nos habla de que la representación no puede ser considerada como sinónimo de la democracia y que la historia de la ideas así lo demuestra. Lo curioso es que después habla de que la representación es finalmente necesaria.

Es evidente que no se podrá escapar totalmente jamás a la representación, pues la idea de la mayoría gobernante enfrenta, en las sociedades modernas, dificultades infranqueables. La representación, que no es lo peor, no agota sin embargo el principio democrático. En gran medida puede ser corregida por la puesta en marcha de la democracia participativa, llamada también democracia orgánica o democracia encarnada. Una reorientación tal parece hoy día de una acuciante necesidad debido a la evolución general de la sociedad.

Democracia y representación

Evidentemente la democracia no puede escapar nunca a la representación. Y si lo hace entonces ya no es democracia parlamentaria sino de comuna.

Pero deberíamos saber que una democracia de comuna no puede ser regional, sino local. De hecho, muy local. Porque para haber una comuna regional debe de haber representación. ¿O no? ¿O se reunirá el pueblo de las diferentes localidades en un mismo enclave para votar las cuestiones del día?

Esto es evidente que no puede funcionar así, salvo en pequeñas comunidades de pocos individuos con poco, o ningún contacto con el exterior.

Democracia comunal

Si hay un sistema democrático participativa comunal, donde todas las decisiones se toman sobre la “marcha” la única manera de que esa comunidad se relacione con otra comunidad será mediante la representación, pues no es posible mandar a todo el pueblo a votar en una región a 50 kilómetros cada vez que haya que dirimir cual debe ser el gasto destinado a hacer frente a la llegada de diez inmigrantes acaecida hace 20 horas.

La mera idea de democracia participativa, en la cual esta tenga que estar “presente” en cada decisión social, es ridícula. Salvo que la sociedad se divida en cientos de millones de comunas independientes unas de otras.

En ese caso podría haber algo parecido a una democracia participativa. Y aún así, tengo mis dudas.

La reorientación de la que habla Benoist es lo que ya comenté antes sobre la demanda de las masas.

Estas demandan más democracia, y ante la imposibilidad de la democracia representativa de ofrecer más soluciones (debido a que la democracia al final acaba quedándose sin dinero, algo parecido a lo que diría Tatcher sobre el socialismo), los intelectuales ofrecen lo que se les pide: un producto del agrado de sus clientes; en este caso, más “democracia”.

Pero en este caso una democracia participativa, o como llaman otros orgánica.

Que me expliquen como funcionaría una democracia orgánica en un territorio como por ejemplo Francia.

En el sistema representativo —al haber delegado el elector mediante el sufragio su voluntad política a quien lo representa— el centro de gravedad del poder reside inevitablemente en los representantes y en los partidos que los agrupan, y ya no en el pueblo.

Esto no es del todo cierto. A pesar de que el poder reside en el representante, dicho ejercicio del poder es temporal, y así lo prescribe el contrato democrático.

De hecho, la mayoría de las democracias del mundo avanzado han funcionado con el famoso tramo de 4 años para cada mandato democrático.

Si el pueblo piensa que el líder que ha votado no lo ha hecho conforme a lo que el pueblo creía vota a otro.

Si este otro luego de cuatro años no cumple lo que el pueblo esperaba pues puede votar a otro.

Lo normal, es que el pueblo terminase votando a alguno diferente a los dos anteriores partidos, los cuales han fallado al menos una vez, sino a un tercero, pero lo cierto, es que en la mayoría de las democracias avanzadas el pueblo vota a un partido y luego a otro y luego al primero, repitiéndose este esquema más o menos de manera parecida década tras década.

Esa es la única manera de que un país más o menos grande pueda ejercer un sistema político igualitario entre sus millones de ciudadanos: es decir mediante la representación, la cual ha ido en aumento, pues recordemos que en las primeras décadas del siglo XX no podía votar todo el mundo, y solo ciertas minorías de la población.

El avance inexorable de la democracia

Dichas restricciones se fueron eliminando hasta que ahora vote casi todo el mundo, menos los que tienen menos de 18 años. En ese sentido la democracia ha avanzado bastante, y continúa avanzando.

Considerar que el pueblo abandona el poder cuando lo delega en un representante de manera temporal como el mayor problema de las democracias actuales es un poco ingenuo.

El pueblo no renuncia al poder, sino que delega su función en un representante que además representa en  buena medida la ideología principal del pueblo de la nación.

El pueblo no vota a un extraño. Cuando el pueblo vota a Obama o Rajoy sabe que va a tener una política más o menos determinada.

Esos líderes pueden no cumplir todas sus promesas electorales pero el responsable último de su elección y de que las naciones estén como estén es el pueblo. Si el pueblo fuera realmente sabio votaría a un partido diferente de manera mayoritaria. Lo que ocurre es que a diferencia de lo que creen la mayoría de los politólogos de los últimos siglos, el pueblo no es “sabio”.

El pueblo vota y al cabo de cien años tiene lo que ha votado: corrupción, degradación medioambiental y moral, más crimen, más dependencia, y sobre todo más propiedad pública de los medios de producción, la cual avanza inexorable. Siendo esa la verdadera esencia motriz del ideal democrático: el camino hacia un sistema de propiedad pública total.

El control del poder no puede ser tampoco patrimonio exclusivo de los partidos políticos, cuya actividad frecuentemente se resuelve en el clientelismo. La democracia participativa no puede ser hoy día más que una democracia de base.

Aquí tenemos una pista de cómo debe ser el sistema democrático; uno en el que los partidos no sean esenciales y en el que la democracia ha de ser de base, es decir, comunal.

Democracia Soviética

La única “democracia” que existe así es la de corte soviética, con representantes como Cuba y Corea del Norte, que no dudan en llamar a sus constituciones democracias, y son los primeros que hablan de democracias participativas y reales.

En este caso es cierto, que los partidos políticos dejarían de ser objeto del soborno por parte de las empresas, pues sería un sistema sin empresa privada. También sería un sistema de democracia de base en el cual se intentaría buscar soluciones a los problemas de forma democrática: desde un problema de una calle a un problema de una empresa estatal.

Todo muy democrático y de base, desde luego.

Eliminas varios problemas a la vez. No solo el de la corrupción empresarial privada (al menos la formal pues la del mercado negro se multiplicaría por mil). Sino también el que preocupa a toda la rama de la derecha europea: la inmigración masiva. Pero por razones diferentes a las que piensan. No es que una “democracia” participativa “tradicional” (2), rechace la llegada de inmigrante, sino que ese sistema político económico sería tan desastroso económicamente, que los inmigrantes dejarían de venir en masa.

Nadie quiere emigrar a Corea del Norte, o nadie lo hacía a la antigua URSS. No hace falta “prohibir” su llegada mediante edictos comunales.

Esos en realidad son una pérdida de tiempo en un mundo de fantasía. Pero los mundos de fantasía son eso, de fantasía, y terminan por acabar cuando llega el amanecer de la realidad.

No es suficiente con llamar a un sistema tradicional para que sea considerado de derechas, sobre todo si ese sistema basa sus relaciones sociales en un sistema de propiedad pública de los medios.

Podrán disfrazarlo como quieran, o soñar despiertos, pero un sistema así es el último estadio del kaly yuga: el sistema totalitario comunista.

Eso y la verdadera derecha son como la noche y el día.

Pero la democracia participativa no tiene solamente un alcance político; tiene también uno social. Al favorecer las relaciones de reciprocidad, al permitir la recreación de un lazo social, puede reconstituir las solidaridades orgánicas debilitadas hoy día, rehacer un tejido social disgregado por el advenimiento del individualismo y la salida de un sistema basado meramente en la competencia y el interés. En tanto que es productora de la “sociabilidad” elemental, la democracia participativa va a la par del renacimiento de las comunidades vivas, de la recreación de las solidaridades de vecindad, de barrio, de los lugares de trabajo, etcétera

Por si hay alguna duda, aquí Benoist ya nos dice por donde irán los tiros del sistema futuro de la sociedad. Y no creo que ande muy equivocado. Pero como ya dije al principio, eso será a una sociedad de derechas lo que el sol a la luna.

La receta para salir del sistema de competencia e interés, hace referencia a eliminar la propiedad privada como precursora de las relaciones económico-sociales. Dicha eliminación solo puede ser llevada a cabo mediante la adopción de un sistema de propiedad pública de los medios de producción. Y no hay mejor manera para ello que una democracia participativa, en la cual los trabajadores de cada fábrica tuvieran el voto en los asuntos de la fábrica, y los trabajadores del campo en los suyos. Y, los que viven en un edificio sobre el edificio. ¿Y los de la calle? ¿Y las carreteras que conectan las regiones? ¿Quién gestionará esas carreteras? ¿Se reunirán en reuniones democráticas los usuarios de cada carretera para dirimir cuánto asfalto hay que usar? ¿Quién gestiona eso?

Evidentemente no puede ser una democracia participativa, sino delegada y representativa. Pero, si como ya vimos antes, los partidos no pueden ser preponderantes, y como vemos en el último párrafo, hay que eliminar la competencia y el interés (3), entonces se supone que lo mejor para gestionar esto es un Estado omnipotente.

¿Pero cómo puede un estado omnipotente que domine por ejemplo, toda Europa gestionar los asuntos de esta? ¿Será mediante democracia participativa? ¿Se reunirán todos los ciudadanos europeos una vez a la semana en la plaza de Bruselas para dirimir sus asuntos de manera participativa? ¿O lo harán a través de representantes?

Un asunto muy confuso la verdad.

De lo que no se dan cuenta la mayoría de politólogos e intelectuales actuales es que el problema de las sociedades actuales viene precisamente de la adopción de la democracia y los valores igualitarios por las poblaciones del mundo avanzado.

Es más, la profundización en las ideas democráticas es algo necesario para resolver el problema actual, pues no cabe la posibilidad que desde un plano “político” venga una verdadera solución opuesta.

Es por ello que es necesario que se lleve a último término la realización del ideal igualitario. Da igual si viene por parte de los izquierdistas radicales, los moderados, La Nueva Derecha o los liberales conservadores.

El cambio vendrá mediante un colapso colosal del las estructuras socio-políticas a nivel mundial. Y entonces, cuando el mundo esté en plena anarquía y la pestilencia y el hambre sean el pan de cada día, entonces será cuando algunos hombres vislumbren la verdad, de una u otra manera se pueda volver a iniciar de nuevo la Tradición.

(1) Un sistema así solo volverá a verse una vez colapse este ciclo de propiedad pública por completo.

(2) Que es lo que verdaderamente defienden muchos teóricos de la supuesta derecha. Creen que esa es la base de una sociedad tradicional pero lo único que empujan es a la realización del estado bolchevique disfrazado de tradicional. Una especie de comunismo fascista.

(3) Como si no hubiera interés en las votaciones. Es curioso que las masas actuales y los intelectuales, solo ven interés en los procesos por los que un individuo intenta defender o incrementar su patrimonio pero no ven interés en los procesos electorales. En ambos casos, hay obviamente interés. En el primero interés que solo puede ser satisfecho de manera contractual y voluntaria, y en el segundo caso, interés puramente egoísta en el que el mismo es satisfecho mediante la represión por la fuerza del derecho a la propiedad de otro u otros individuos, buscando el enriquecimiento material sin producir. En los casos de incremento patrimonial privado mediante el soborno es el poder público en realidad el que tiene mayor culpa, pues se vende sin escrúpulos en la mayoría de los casos, lo que habla bien claro del carácter de los políticos de la democracia y del sistema en general.