Ahorro y Socialismo

El debate sobre la posibilidad de que el socialismo funcione o no es interminable.

El mismo es un debate extremadamente subjetivo, pues no hay medidores definitivos que nos puedan demostrar que el mismo funciona o no.

A lo más que podemos acudir es a ver los casos prácticos en la historia de la humanidad reciente, en cuyo caso, es fácil ver que los países que adoptaron socialismos nunca tuvieron mucho éxito económico.

Los defensores del socialismo siempre tienen excusas para decir que esos sistemas si funcionaron, o que algunos como los actuales de Cuba o Corea del Norte funcionan, solo que por culpa de bloqueos y demás no pueden hacerlo como deberían.

El hecho es que países como esos existen lo que nos da a entender que el socialismo es posible, es decir, puede existir durante un periodo largo de tiempo.

No obstante, esos casos tampoco son casos de socialismo puro, pues es bien sabido que en Cuba hay bastante actividad privada, sobre todo con empresas extranjeras.

Otra manera de ver que no es un socialismo puro es con el comercio internacional de esos países, el cual es en casi su totalidad a precios de mercado internacionales, con lo cual tampoco escapan a la “mano invisible”.

Por ejemplo, los turistas españoles que van a Cuba y contratan hoteles en el “mercado blanco” y prostitutas en el “mercado negro”, están aportando precios de “mercado” a la sociedad cubana.

Por lo tanto, no hay, ni ha habido, una sociedad socialista pura en la Tierra.

Incluso la Unión Soviética o la Rumania comunista, por poner un ejemplo, vendían sus materias primas en los mercados internacionales a los países capitalistas y a precios capitalistas.

Mises, precios y socialismo

Quizá, el intento más conocido de intentar refutar al socialismo vino del economista de la escuela austriaca Ludwig Von Mises con su eminente obra El socialismo, un libro de casi 600 páginas donde intenta demostrar de manera praxeológica, es decir, usando la lógica, el sistema de producción socialista.

Una de las conclusiones más importantes a las que llego en el libro es que el sistema socialista es incapaz de generar precios de intercambio y que, por tanto, un sistema de tal tipo puro es imposible.

Para entender el hecho de que el socialismo no puede funcionar, al menos en su estado puro, no hace falta una exposición teórica tan larga, pues en realidad la esencia del socialismo es tan simple que es fácil ver que es un sistema que sería incapaz de sostenerse de intentarse de manera autónoma, es decir, global y completa.

Dicho de otra manera, el mismo si es posible, pero está condenado a la desaparición o al colapso, debido a que el socialismo es análogo a un parasito en el reino animal, solo que de una manera más refinada.

La esencia es, por tanto, la misma, el socialismo no puede existir cuando no hay capital que consumir, al igual que el parasito no puede existir cuando ya no queda más sangre que sacar.

La cuestión es, en realidad, simple.

Socialismo y ahorro

Una manera sencilla de ver el carácter parasitario del socialismo y, por tanto, la imposibilidad de que el mismo sea el sistema estable y duradero que muchos sueñan, es ver cómo se comporta el ahorro dentro del mismo.

Un comportamiento que voy a intentar explicar de la manera más simple y lógica posible, sin enredarnos demasiado, porque, a fin de cuentas, y como dije antes, en realidad, el tema es realmente elemental.

Para ello vamos a ver los dos casos extremos.

Sociedad A, capitalista pura

En esta sociedad las relaciones se basan en la propiedad privada de los medios. Es decir, no hay Estado.

En la misma los individuos cobran una renta X y pueden decidir gastarla o ahorrarla para invertir.

Simple.

Pueden gastarla comprando una entrada para el cine o pueden ahorrarla para en un futuro comprar un camión y poder ofrecer servicios empresariales de transporte de mercancías.

Como vemos, si no hay ahorro, si todo el mundo gasta en consumo, en un futuro no hay camiones para transportar, o herramientas para producir.

Para que esos bienes de capital existan ha de existir una acción de ahorrar previa.

En esa sociedad de propiedad privada pura no hay ningún límite a la hora de ahorrar o de invertir en alguna actividad.

Sociedad B, socialista pura

Aquí tenemos que entender que por puro nos referimos a un socialismo total, donde el Estado es el único con derecho a producir y poner los precios.

En dicha sociedad no existe la posibilidad de que ningún individuo, pues todos son totalmente iguales ante el Estado, pueda generar una actividad empresarial.

Repito, el 100% de los individuos tiene prohibido generar o crear una actividad empresarial, dado que ello no está permitido por ley.

Solo el Estado “puede”.

Aquí es donde viene el problema.

La imposibilidad del ahorro y la inversión en el socialismo

El salario que reciben los ciudadanos, pagado por el Estado, tendrán que gastarlo, pues será imposible ahorrar.

¿Para qué ahorrar, si todos los servicios y productos son provistos por el Estado?

La conclusión lógica es que: el 100% de los ciudadanos dedicaran el 100% de su ingreso a consumo.

Por lo tanto, un axioma tan sencillo como ese nos demuestra que en el socialismo la posibilidad de ahorrar es 0.

O mejor dicho, la posibilidad de ahorrar para invertir, es decir, para crear producción es cero.

Ni el ciudadano C, trabajador de fábrica va a ahorrar. ¿Para qué?

Ni el ciudadano D, policía va a ahorrar. ¿Para qué?

Ni el ciudadano E, administrador de la región va a ahorrar. ¿Para qué?

Ninguno puede ahorrar en un socialismo puro, pues cada uno recibe una asignación igualitaria de productos y servicios del Estado.

Si el 100% de los ciudadanos de una sociedad no pueden ahorrar y, por tanto, no invertir, entonces podemos estar seguros que se trata de un sistema de pleno consumo de capital.

Es decir, un sistema social que a largo plazo tiende a consumirse a sí mismo.

La diferencia entre el mismo y un parasito de lo más sencillo del reino animal solo es en la forma, no en el fondo.